lunes, 20 de agosto de 2007

Agonía...


Esas risas añejas ahora resuenan descoloridas en mis oídos. El tiempo ha hecho notar su paso, dejando un rastro de desolación en cada segundo que ha marcado el reloj de mis propios latidos. Si fuese un presagio, sería de muerte, de esa agónica condena que sólo puede aceptarse como absoluta, sin derecho a apelación. Una vida oscura, sin indicios de luz alguna, con las sombras como testigos burlones de estos sollozos aniquilantes. Sin pronunciar palabras de auxilio, por no quebrar la pulcritud de este silencio de tumba anticipada. Sin conocer sabor que no sea el de la amargura de la realidad y la salinidad de estas lágrimas sin destino...

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